EL LENGUAJE DEL AMOR
Por: Gabriela Durán
Corren días en los que extraño a mi abuela Maria Jota llamarme chivata, pues ya no se escucha tal cual, ningún niño voltearía a verme si lo llamase así, pues decirle chivato a un niño ya es tan antiguo como las fotos a blanco y negro.
Dábamos una vuelta por la ciudad juntas, por la Bogotá que he conocido, mientras que ella con ojos de nostalgia me explicaba lo mucho que había cambiado desde hace sesenta años, años en los que ella decidió vivir fuera; y de pronto se sintió como si fuésemos la misma persona, pero en distintos tiempos, como un espejo; ella tiene ahora noventa y ocho años y yo veintiuno.
Sin embargo, el lenguaje de la vida ha cambiado, le daba risa mientras hablábamos de muchachos, pues en aquellas épocas ¡Era mal visto!. ¿ Cómo puede ser?.
Y me contó que cuando conoció a mi abuelo, no le permitían verlo o hablar de él, pese a ello, Arcesio la enamoró con panes, pues trabajaba como panadero, el simple acto de pensar en cocinarle a Maria Jota fue la forma más hermosa de expresar el lenguaje del amor hacia ella, pensar en un `ellos´, aún sabiendo las consecuencias que podría tener, pues el papá de mi abuela lo detestaba, pero el nunca se rindió y cada vez le hacía algo diferente; me causa curiosidad quien podría superar aquello en la actualidad.
Me contaba también la curiosidad que le causaba la forma en la que nos comunicamos, pues no entendía como en un aparato tan pequeño, parecido a una cajita pueden caber los mensajes y las fotos, pues ¡ella si tenía cajas llenas de cartas y negativos!.
Le expliqué que si bien esta era nuestra tecnología, las fotos de álbum jamás podrán ser reemplazadas cuando hablamos del lenguaje del recuerdo, pues conservan la naturalidad exacta con la que los tomamos y la espontaneidad con la que nos recordarán un día.
Y viéndola con nostalgia le dije -abue, como te amo- y recordé que jamás le decía abue, que es una expresión que usaba recientemente, pero sin importar como le dijese, mi lenguaje de amor hacia ella será el mismo, pues somos como un espejo, y no podría estar más orgullosa de ser como ella hoy, sin importar si me llama chivata, mija o yo abue, abuelita, es el único lenguaje que no cambia con el tiempo, el amor.Con ojos de amor me sonrió y me dijo -Yo también chivata.-
Ahí supe que aunque el tiempo cambie, la gente se vista diferente, la ciudad sea más grande, hablemos de chicos, o comamos en diferentes restaurante, ella es mi espejo, mi ejemplo de lenguaje a través de la vida, convirtiéndose este en un significado más valioso que lo material, pues así como me abraza, quiero abrazar y este es lenguaje que debe importar mantener vivo.
También sé que ella me amará siempre y yo a ella, a Maria Jota.
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